PUNCHI´S CORNER


Hablo desde el corazón y por la necesidad, como plumilla, de hacerlo. Para compartir una nota, una ilusión, un comentario. Periodista de título, con la lucha por la igualdad como profesión, pretendo compartir reflexiones y análisis de lo divino y lo humano desde la humildad de ser una persona anónima y la consciencia de que hay blogs mucho más profesionales y trabajados, aunque todos tenemos derecho a ejercer la libertad de expresión y las nuevas tecnologías lo facilitan.
Maternidad, alimentación, vida sana, moda, estilo de vida, política, cosas bonitas... Un poco de todo con afán de compartir.

lunes, 6 de febrero de 2012

QUÉ SABE NADIE!!

Cuando era pequeñita, mi madre me cortaba el pelo a estilo "niño", para evitar así tener que desenredarme y peinarme. Estaba según ella, más fresquita. Luego me salía a jugar "al cesped" que no era ni más ni menos que los jardines de la Residencia Hospitalaria provincial, que se situaban frente a nuestro domicilio. Allí gritábamos líbremente y nos peleábamos por los turnos para saltar a la cuerda o para jugar al escondite. Cuando llegaba el viernes, Belén, estaba ronca de gritar. Mi tía Piliqui siempre me regañaba y me decía que no era femenino hablar gritando. Luego intentaron encauzar mis modales diciéndome que debía hablar más tranquila, que de lo contrario no me entendería nunca nadie.
Posteriormente comencé  identificarme con los hombres al poder hablar abiertamente de palabrotas sin tener que parecer la princesa de la corte o la Cenicienta cruzando los dedos para que el zapato fuera el de mi medida. A mí me daba igual tener el número cuarenta y no pertenecer al mundo encorsetado de las aspirantes al trono que tenían que ir con esos guantes blancos y zapatos de tacón insoportables. Prefería contar chistes y cantar a pulmón abierto.
Allí, en el cesped, yo era feliz con los chicos, gritaba a su nivel y hablaba en su jerga.
De la noche a la mañana comencé a experimentar cambios fisiológicos en mi persona y dejó de darme igual que los niños me vieran como un igual. Entonces tuve que esforzarme por no opinar a su nivel, por no hablar en sus términos y por no gesticular a su altura. Entonces sí me preocupaba que el almidón de mi falda no fuera lo suficientemente tierno y atractivo para que alguno de ellos se plantease venir a salvarme la vida. Así pasé una larga, larguíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisima temporada.
De nunca les ha gustado ni que opine igual que ellos, ni que participe en las mismas conversaciones, ni que tenga criterio y por supuesto no era atractivo que el volumen de mi debilitada fumadora garganta, les ensordezca argumentando mis ideas. Así hasta que llegó hombre inteligente.
¿De qué te sirve tener tantos y tantos árboles vestidos de maravillosas organzas y volantes de princesa si una vez que los apartas, no encuentras nada en el bosque?
Llegó ese que realmente vio el ingenio, la frescuera, la gracia, la ternura, la sensibilidad y la entrega y esfuerzo de la que es capaz Belén y se rio en la cara de todos y todas aquellas que se alejaron de mí por no ser convencional y entró a formar parte del club de los que preferimos ser distintos y llamar la atención con la certeza de que la autenticidad es uno de los mayores valores de los que disfrutar en la vida y que como tal, no se compra ni se vende. Ser distinto/a es lo que te puede llevar al estrellato, a destacar y a ver la vida desde otra perspectiva. De lo contrario, te pasará la vida sin pena ni gloria.
Le pido a Dios que perdure en esta inteligencia por siempre y que como dice Sabina "que todas las noches, sean noches de boda, que todas las lunas, sean lunas de miel" a pesar de las amenazas que pueda haber hacia los convencionalismos existentes.

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